Tommy Moya: Un motivador de grandes ligas
Escrito por Brenda M. Teixeira
Durante sus años de adolescencia, el pastor Tommy Moya fue un destacado deportista que soñaba con convertirse en un pelotero famoso. Un instante con Jesús bastó para reemplazar sus sueños y destinarlo a las alturas.
La hora de volar por sí mismo le llegó a los 17 años de edad. Con alas de águila y un equipaje de sueños nobles se despidió de las orillas de la Isla del Encanto. Atrás quedaron su hermano menor, Carlos Alberto, y tantos otros compañeros de juegos. El sacrificio era grande, pero no más que el sueño.
José Tomás Moya nació el 14 de agosto de 1966 en Arecibo, Puerto Rico. Se crió en la comunidad Imbery, en el costanero pueblo de Barceloneta. Desde pequeño sus padres, Tomás Moya Moya y Delia Santiago Rivera, apoyaron sus aspiraciones de jugar deportes. Tommy, nombre con el cual mejor se le conoce, se destacó en competencias locales de voleibol, béisbol y baloncesto. Precisamente, su deseo de convertirse en pelotero de grandes ligas fue lo que motivó su partida de la Isla.
Como parte de un convenio al que llegó con su tía, acordaron que ella lo traía a vivir a su casa en la ciudad de Orlando, Florida, y a cambio él la acompañaría a su iglesia. A Moya le pareció un acuerdo justo, ya que su idea era llegar a jugar béisbol en alguna de las universidades de la mencionada península estadounidense. "Yo era de un barrio pequeño donde no había muchas oportunidades y demás, así es que pensaba que si me exponía a otras cosas, pues, las posibilidades iban a ser mejores", señaló el pastor Moya en entrevista exclusiva con Vida Cristiana. (Acá entre usted y yo, le cuento que me enteré que en sus visitas a la iglesia fue donde le echó el ojo a la que hoy es su esposa. Es decir que tuvo un incentivo adicional, y no tan sacrificado, para ir a la iglesia. Sin duda que Dios todo lo tiene debidamente calculado, medido y más que bien planificado. Y Chapulín Colorado: "Chanfle, ¡no contaban con Su astucia!)
Probablemente para Moya, aquel domingo fue como otro cualquiera en la Iglesia Cristiana Pentecostal. Lo que no se imaginaba era que ese día iba a ser uno especial, escogido por Dios desde antes de la fundación del mundo. La hora, los minutos y los segundos ya estaban divinamente determinados, su futuro sería muy diferente a lo que se había imaginado y no había marcha atrás. Sin duda que como dice el refrán popular: "El hombre propone y Dios dispone".
Tan pronto escuchó el mensaje "La misericordia de Dios" que predicó el pastor Justo Feliciano, quedó cautivado y le entregó su corazón a Cristo. "Hace 20 años mi vida cambió", comentó. Cuenta que al momento de aceptar a Jesús como su Señor y Salvador supo que el béisbol ya no era la prioridad. "A los dos segundos de mi conversión, yo sabía que mi destino había cambiado radicalmente. No sabía qué ni cómo, no me explicaba, pero se despertó en mí un sentido de que algo Dios tenía planificado conmigo." Por su parte, el pastor Feliciano también tuvo el mismo sentir, ya que Dios se lo había indicado. Así es que, como el águila que cuida de su aguilucho, de inmediato se convirtió en su mentor. Le dio el alimento espiritual que, más adelante, Moya impartiría a su propia congregación.
En cierto modo, esta experiencia del pastor Moya con su mentor me recuerda el caso de Pablo y Timoteo, junto con un toque del profeta Samuel. Tal como hizo Pablo con Timoteo, el pastor Feliciano reconoció y desarrolló el potencial de su discípulo Tommy, quien a su vez sin reparos, contestó dispuesto: "Heme aquí". Aquí comprobamos la importancia de los mentores, como un poco de dedicación puede dejar huellas eternas.
Para Don Tomás y Doña Delia este "cambio de planes" fue algo sorpresa, diferente a la religión católica bajo la cual lo habían criado, pero tampoco lo rechazaron. Una vez más, apoyaron a su hijo y confiaron en su decisión.
"Cuando estás en el púlpito, el cielo entero está a tu favor"
El hoy retirado pastor Feliciano puso a su discípulo a trabajar desde el comienzo. Después de todo, el tiempo apremia, así es que Moya se inició ayudando en el ministerio para jóvenes. A los dos años de su conversión, pasó a ser el pastor de jóvenes de su iglesia, cargo que ejerció por 6 años. Muchos de esos jóvenes son hoy día líderes y pastores, según informó el propio pastor Moya, con un tono de voz de padre orgulloso.
En cuanto a su experiencia como líder de jóvenes, entiende que los peligros que enfrenta la juventud hoy en día están más accesibles dadas las comunicaciones, en particular la Internet. Sin embargo, expone que la necesidad sigue siendo la misma, es decir, que no es diferente a la que tenían hace 12 años cuando él fue pastor de jóvenes. "La juventud de hoy tiene la misma necesidad de ser amada, buscada, entendida, y de tener un encuentro con Cristo", manifestó el pastor Moya. Estima que la clave es saber cómo presentarles el evangelio, pues muchas veces están más interesados de lo que pensamos. Opina que hoy día el enfoque está más dirigido al entretenimiento que a lo que es la transformación y el impacto.
Lo más que le gustó de esa experiencia como pastor de jóvenes fue "ver como los jóvenes pueden despertar un hambre por Cristo que crea celo en los adultos, y me parece que cuando eso sucede es inevitable que llegue un avivamiento a ese lugar". Cuenta que esa, precisamente, ha sido la experiencia que ha vivido en sus años de pastor. "Cuando un joven está encendido en una pasión por Cristo, es inevitable que la familia no sea afectada. Es inevitable que el papá y la mamá no eleven su nivel de servicio a Cristo también", manifestó convencido.
Por otro lado, señaló que del pastor Feliciano aprendió la importancia de prepararse antes de predicar y la disciplina para ser un buen comunicador del evangelio. Le decía: "Siempre recuerda que cuando estás en el púlpito, el cielo entero está a tu favor". Estas y otras lecciones valiosas las sigue poniendo en práctica hoy día. "Me enseñó también la importancia de leer; el que no lee muere joven", añadió el pastor Moya. Aclara que con esto se refiere a todo tipo de lectura, no sólo la Palabra y textos cristianos, sino libros que reten tu intelecto. Durante la década que estuvo bajo la tutela de su mentor fue expuesto a diferentes ideas y pensamientos.
Nace una iglesia
En febrero de 1993, comienza a sentir una inquietud de Dios en su corazón. La pasión por el ministerio de los jóvenes estaba cambiando, ya que Dios estaba despertando en él una nueva pasión por ser pastor de una iglesia. Moya confiesa que anterior a eso se sentía muy cómodo como pastor de jóvenes y que no estaba interesado en ser pastor principal, debido a las responsabilidades que conlleva. Esto sucedió a la par con una palabra profética que Dios le había dado a su pastor, de que dos líderes saldrían de la congregación a pastorear. Incluso, él estuvo presente en ese culto a finales de 1992 cuando se dio esa palabra, y dentro de sí se preguntó de quiénes se trataría.
En mayo de ese mismo año, le compartió a su mentor la inquietud que estaba sintiendo. Para su sorpresa, el pastor Feliciano le indicó que él era uno de esos dos líderes, ya el otro había iniciado una obra, así que sólo faltaba él. De esa manera, confirmó su llamado y, como el águila, se echó a volar por las alturas.
En septiembre de 1993 y con 16 personas, nació la iglesia Centro Cristiano Restauración (CCR) en Orlando, Florida. Su mentor lo bendijo, predicó el primer mensaje y simplemente animó la independización de su discípulo.
Actualmente, la iglesia cuenta con una congregación de 2,500 miembros. Aunque, para el pastor Moya, la cantidad no es lo importante, sino hacer la voluntad de Dios esa es su meta. "Si en la voluntad de Dios está que ese número siga creciendo, Él se las tendrá que inventar para saber cómo vamos a poder bregar con toda esa gente", manifestó entre risas.
En medio de ese paso de fe, como lo es fundar una iglesia, jamás quiere decir que el camino haya sido color de rosa para el pastor Tommy Moya. Él aclara que a veces proyectar fe, confianza, paz en el Señor la gente lo puede interpretar como una vida libre de problemas. Sin embargo, la realidad es que un pastor también se cansa, se molesta, se frustra y se desanima. "Todo lo que uno le dice a otros que no haga, son las mismas tentaciones que el pastor tiene que enfrentar en su vida", clarificó con sinceridad. "La diferencia está si se está en la disposición de poner en práctica los principios de la Palabra del Señor que son los que nos van a levantar."
De hecho, nos compartió que en aquellos años iniciales del CCR las finanzas estaban bien escasas. Imagínese usted, 16 miembros 8 de ellos niños y él, casado y con dos hijas pequeñas. Su esposa, Janet, trabajaba y él, que siempre había trabajado, ahora el Señor le pedía que se dedicara de lleno a levantar esa iglesia. "En una ocasión, mientras buscaba trabajo el Señor me dijo: 'Yo no te llamé a esto. Yo te llamé a fundar y levantar esta iglesia'. Eso fue bien difícil."
Para ese entonces se congregaban en el comedor de una iglesia presbiteriana donde pagaban $350 de alquiler. A los siete meses de estar en ese local, el Señor lo dirigió a 40 días de oración y ayuno. En medio de esa temporada, Dios también le indicó que saliera a buscar un local, buscó y no aparecía nada. Un día, de camino a su casa, vio un local comercial con un letrero de arrendamiento. Se trataba de una antigua tienda de pasquines que, a simple vista, no daba la impresión de ser un buen establecimiento para una iglesia, sin embargo, él y un par de ayudantes sintieron la paz necesaria para saber que sí era el sitio correcto. Entusiasmado, firmó el contrato para luego enterarse, a través de la agente de bienes raíces, que el alquiler era de $1,564 mensuales. En ese entonces, la iglesia generaba $600 al mes. Ciertamente que la matemática humana no cuadraba por ningún lado, a excepción de la divina.
Cuenta el pastor Moya que muchas personas se le acercaron para decirle que estaba haciendo lo incorrecto, que estaba loco y que hasta ahí llegaría su ministerio. "El asunto es que el Señor fue fiel y nos mudamos", manifestó Moya. "Recuerdo que el Día de las Madres de 1994, entre 29 personas recaudamos una ofrenda de $3,664 en efectivo. Con eso arreglamos el local. Desde aquel momento hasta el día de hoy, la iglesia no ha dejado de crecer."
Añadió que desde entonces se han mudado ocho veces dado que han continuado creciendo. Han comprobado la fidelidad de Dios una y otra vez, jamás les ha fallado y todo lo que les ha dicho lo ha cumplido.
Esposo, padre, hombre y pastor
Tommy Moya no es sólo pastor, también es esposo, padre, amigo; un hombre con virtudes y defectos como todos. Quisimos conocer otras facetas de su vida sin limitarnos únicamente a su vocación de pastor. Le preguntamos qué es lo mejor que le ha sucedido en su vida después de haber aceptado a Jesús, a lo que sin titubear respondió que su esposa e hijas. Con la misma sonrisa radiante que refleja al hablar de Jesús, es que se expresa de su familia.
Desde el 12 de julio de 1986 está casado con Janet Rodríguez, de 37 años de edad, con quien tiene dos hijas, Giselle Marie y Amarylis Linette, de 15 y 12 años respectivamente. Janet ha sido su ayuda idónea en la vida de fe que le ha tocado vivir. Tanto en los momentos difíciles como en lo alegres, ella ha estado a su lado para apoyarlo. Moya comparte que Janet lo motiva y cree con él y en lo que Dios les ha dicho que deben hacer. Contar con el apoyo de la esposa, según explica Moya, es clave porque es un reto menos. "De todos los que te vas a encontrar en el camino, los más difíciles de enfrentar son los que puedas tener en tu propia casa. Cuando en la casa está la armonía y la determinación de que juntos van a vencer esos obstáculos, en realidad se llega al punto de uno creer que 'juntos, todo se puede'. Es una gran motivación saber que tu pareja está comprometida con Dios y contigo." El pastor Tommy Moya opina que tanto la confianza como la comunicación son claves en el matrimonio. Explicó que poder confiar en que el cónyuge desea lo mejor para su pareja brinda paz.
En cuanto a este tema del matrimonio, le preguntamos a Janet cómo es el pastor Moya como esposo, a lo que rápidamente respondió: "Es un hombre maravilloso". Con una gran sonrisa añadió que es un hombre íntegro, que toma muy en serio su posición en el ministerio, que siempre tiene presente el temor de Dios y la responsabilidad que se le ha conferido. Señala que es bondadoso, afectivo y un buen padre que pasa tiempo con sus hijas y está pendiente de ellas a pesar de la vida ajetreada que lleva.
La vida de la esposa de un pastor no es siempre fácil, ya sea por las múltiples responsabilidades que tiene con la congregación, viajes y compromisos que requieren de su tiempo. Le preguntamos: ¿Cómo le hace para mantenerse motivándolo, aun en medio de las inevitables tempestades? Con su tono de voz dulce, contestó: "Básicamente nosotros afrontamos las situaciones viviendo un día a la vez, claro que siempre teniendo presente sus responsabilidades. Le pido al Señor sabiduría para que me muestre el mejor momento para discutir asuntos relevantes."
Janet no predica junto al pastor Moya en el púlpito, pero lo hace tras bastidores. No sólo es la ayudante incondicional de su esposo, sino que también se dedica de lleno a la educación de sus hijas. Las niñas están en un programa de educación escolar en el hogar, es decir que no asisten a una escuela, ya que ella es su maestra. En inglés se conoce como "home schooling".
Dadas las altas tasas de divorcio, tanto dentro como fuera de la Iglesia, le pedimos al pastor Moya que ofreciera algunos consejos para los matrimonios. Señala que es vital dedicarle tiempo a la familia. También, se deben revisar las prioridades, preguntarse si se trata de mantener un statu quo o verdaderamente el primer ministerio es Dios y la familia, en ese mismo nivel. "A veces, tenemos la tendencia de Dios primero, la familia segundo, y como que no armonizan. Yo creo que es la misma, servirle a Dios íntegramente es también servirle a tu familia íntegramente. Cuando eso está bien definido todo lo demás empieza a tener su lugar", manifestó convencido. Hizo una observación, y es que en estos tiempos donde más información hay disponible, el problema no es la falta de información, sino de cómo se está procesando. Mencionó que la vida no se podrá vivir "stress-free" (libre de estrés), pero no se puede vivir en estrés. "Hay que tener tiempo para aquellas cosas que son importantes. Dios espera eso de nosotros; por lo tanto, es nuestra responsabilidad hacerlo." Por ejemplo, él y su esposa procuran apartar tiempo para salir tanto solos como en familia.
En cuanto a Tommy Moya, el hombre, descubrimos que su pasatiempo favorito es jugar golf, y lo que admira de un ser humano es la determinación, independientemente de las circunstancias. Dice que ha conocido muchas personas que lo han inspirado por la determinación con la que han enfrentado la vida. Una de esas personas es su abuela. Dice que la admira y le está muy agradecido por las palabras de aliento que le ha dicho durante el transcurso de su vida. Por otro lado, lo menos que le gusta es la inconsistencia, especialmente de los creyentes. "La inmadurez de la gente ante Dios y sus hermanos; que no tomen en serio lo que cuesta seguir a Cristo", expresó el pastor Moya.
Para él, ser pastor es el privilegio más grande que Dios le puede dar a un ser humano, ya que es ser un modelo de inspiración y de vida para otras personas para traerlos a Cristo. "El simple hecho de poder inspirar a otros a seguir a Cristo y edificar la Iglesia del Señor para que sea relevante en la generación que está viviendo, creo que no hay mayor recompensa que esa", comentó entusiasmado.
Destinados para las alturas
Actualmente, al pastor Tommy Moya se le están abriendo cada vez más las puertas para ministrar internacionalmente. Ha tenido la oportunidad de visitar países como Venezuela, República Dominicana y Marruecos, entre otros. La pasión que motiva sus viajes es inspirar y motivar a los líderes a cumplir el potencial que Dios ha depositado en ellos. Precisamente, eso es lo que comparte en su primer libro, que debutó en Expolit, titulado: Destinados para las alturas, y publicado por Casa Creación.
El libro es una enseñanza sobre cómo enfrentar los obstáculos que limitan el potencial del individuo. Claro está, parte de la premisa de que con Cristo todo es posible. De manera que valiéndose de los principios de la Palabra desea romper con la forma de pensar que limita y obstruye la vida en victoria que Dios desea para cada persona.
Moya explicó que cada capítulo de Destinados para las alturas utiliza el águila real como modelo, aunque no se concentra en eso, sino que se traslada a una vida práctica. La idea es ayudar al lector a identificar dónde está y, a la vez, proveerle las herramientas para salir adelante.
El autor, orador y motivador Moya compartió con Vida Cristiana un resumen de los temas que expone a través de las páginas de su libro. Por ejemplo, en el primer capítulo presenta los siete síntomas de un perezoso, es decir, sus características. "Nadie que pretende lograr las alturas puede alcanzarlo soñando desearlo, tiene que moverse de donde está y esto requiere trabajo. Dios no bendice ideas, bendice trabajo; es el fruto de la mano lo que Él bendice", manifestó el joven pastor. La opción es la recompensa que trae consigo la diligencia esto quiere decir cuidado meticuloso, atención a los detalles, es el favor de Dios. En el segundo capítulo, discute la necesidad de tomar decisiones sabias y los pasos para llegar a ellas. En cuanto al tercer capítulo, explicó que es el que más lo bendice. De hecho, ahí fue de donde obtuvo el título del libro. Allí expone la diferencia entre la fe y la razón. Toma como ilustración la vida de Abraham, un hombre que no se movió por razón, sino por fe. En el cuarto capítulo enseña cómo vencer el temor en las alturas. En el quinto, habla sobre los principios para una vida de excelencia y de tener metas. El sexto capítulo habla del poder de una visión y utiliza como ejemplo la vida de José. Las adversidades tienen un propósito ese el tema del séptimo capítulo. "En Dios, no hay nada que se desperdicie. Entre gloria y gloria, hay una tribulación", comentó Moya. Ya en el octavo, habla sobre cómo efectivamente vencer al enemigo. Ofrece una base sobre lo que es la guerra espiritual sin entrar en demasiados detalles. El noveno capítulo expone la necesidad del creyente de tener una buena alimentación espiritual, es decir, una buena interpretación bíblica. Moya cataloga esto como vital en la vida cristiana. Por último, discute la necesidad de entender los tiempos en Dios.
Tommy Moya forma parte de una generación de pastores jóvenes y visionarios, que están determinados a derrumbar las barreras que obstruyen el camino hacia el máximo potencial en Cristo. "Mi mayor deseo es que Dios sea glorificado en todo lo que hagamos, que la gente pueda ver a Cristo en nosotros y sean inspirados para vivir para Él. Ese es el mejor legado que podemos dejar", declaró con humildad el pastor Moya.
Por otro lado, le preguntamos si existe algo en las Escrituras que no entiende y le gustaría preguntarle a Dios cuando pase a la eternidad con Él. Respondió: "Sí, que por qué nos amó tanto".
Fuente
http://vidacristiana.com/articulos-de-revista/cubrir-historias/11360-tommy-moya-un-motivador-de-grandes-ligas
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